Con un beso en la frente, pongo un poco de paz en nuestras almas. Ahora puedo mirarte de frente, ¡Ya no hay odio en mi mirada ¡
Cuántos años hemos perdido a causa de tu inconsciencia y falta de responsabilidad! ¡Cuántas lágrimas hemos vertido por culpa de la soledad! ¡Cuántos momentos perdidos por no decidirnos a hablar!
Ahora, apenas podemos robarle algún día al tiempo, y así, casi sin fuerzas ambos, recuperar algún momento.
Quise durante muchos años olvidarme del pasado, y dejándolo en mi pensamiento guardado, cubrir con una capa de oscuridad el dolor. Quise recordar solo momentos que la niñez guardó.
Pero no fue suficiente, tu mundo me perseguía, tu presencia me traía todo lo que quería olvidar.
Y luchando contra esto, más y más, me hundía en el pozo de la soledad.
¿Por qué tuvo que ser la vida tan ingrata para los dos? ¿Por qué cuando se te rompió el alma, no te consolaste con nuestro amor? ¡Teníamos tanto que darte ¡ ¡ Necesitábamos tanto de ti!
Ella marchó de tu lado, y con ella se llevó, toda la fuerza que le daba a tu débil corazón.
Buscaste en falsas estrellas, la luz que necesitabas. Perdiste el rumbo de tu vida, y con la perdida de éste, arrojaste las nuestras a un mar lleno de tempestades, donde alcanzar la orilla, lágrimas nos costaba.
Mirándote ahora en silencio, postrado en esa cama, con tus manos y las mías entrelazadas, pienso: ¿Qué nos paso?, ¿Qué se coló en tu corazón cuando ella se marchó? ¿Cómo, no vimos tu inmenso dolor?
Ahora que vuelven a clavarse en mi pecho las dagas del dolor, reflexiono y empiezo a comprender tantas cosas que ocurrieron; tantas que nos dañó a los dos; tantas que hay que olvidar y perdonar.
Yo, que siempre con rabia, sentía la soledad que mi garganta oprimía, y que cuando pensaba en la tuya la apartaba de un zarpazo, sin querer tener piedad, hoy comprendo que ésta fue fruto de tu propio dolor ante esa soledad.
Hoy que te contemplo en silencio cuando tu vida está llegando al final, no puedo por menos Padre, dejar que mis ojos lloren ahora, que dormido no me ves, para con las lágrimas calmar, ésta angustia que me ronda al pensar, que tu vida esta acabando y ...¿Qué te llevas de ella ?, ¿ Qué te aporto regalarnos y comprar para ti tanta soledad, para de tu libertad disfrutar?, ¿ Qué momentos has vivido para llevarte detrás y con ellos llenar tus ojos de amor?, ¿Qué te hizo la vida padre...? ¿ Qué nos hizo?, ¿ Por qué justo ahora que a mi alma llega el perdón tu tienes que marchar ?, ¿ Por qué el reloj de tu tiempo se quiere parar ?, ¿ Por qué no nos dejaste que fuéramos el licor del amor que tu garganta resflescara durante los primeros momentos, cuando marchó ella y tu vida se rompió como el cristal ?
El tiempo es ahora nuestro enemigo. La distancia, mi gran dolor. Las circunstancias mi cadena, y las lágrimas, la paz para mi corazón.
Por esto hoy, con ese beso en la frente, en ésta noche que está tan callada, quisiera dejarte todas mis fuerzas, para que cuando marche mañana, la suavidad del recuerdo de este ponga una nota de paz en tu rostro y una sonrisa en tu cara.
Ahora que hemos comprendido, los dos que nos equivocamos, ha llegado el momento de que nos demos las manos.
No te juzgo ni te culpo..., la vida es el mejor juez. Tú has andado tu camino; yo el mío aún sigo andando, y a igual que a ti, la misma vida me irá juzgando. Espero que mis errores también sean perdonados.
Los hijos, hay ocasiones en que somos injusto al no comprender, que como humanos que sois, el rumbo de los sentimientos podéis perder.
Hay momentos que queremos respuestas a interrogantes, que no tienen contestación porque los creó el dolor.
Por esto Padre hoy, sólo le pido a la vida que tu marches en paz y yo, que aún he de continuar, tenga siempre en la mente presente, que mis hijos deben ser, los pilares donde me he de apoyar, si por cualquier razón mi rumbo en la vida perdiera, para que los cimientos de mi hogar no se resquebrajen con el tiempo por dejar que los sentimientos se encadenen al silencio.
Nadie te enseñó a ser padres, nadie tiene un manual de como se debe amar. Tú, a tu manera creíste que no nos debías dar más.
Ahora dices apenado, con la voz entrecortada... No lo merezco... y yo.... pensando en tu dolor, sólo puedo contestarte: nadie merece el dolor de morir en soledad. Si no nos hubieras dado la vida.... no te podríamos acompañar.
En esta hubo de todo, alegrías y dolor... pero cuando fuimos pequeños, sembrasteis en nuestro corazón, la semilla más valiosa, regalándonos el tesoro más preciado…
¡Vuestro amor!
Annia Mancheño